¡Qué tal chic@s! En nuestra última sesión de clase estuvimos
leyendo y comentando algunas expresiones del lenguaje que tienen su origen en
la Biblia. No tuvimos ocasión de completar la actividad que os propuse; ahora
puede ser un buen momento. Recordad, se trata de escribir un relato inventado
por vosotros en el que incluyáis varias de las expresiones (mínimo tres). Si
además ilustráis los relatos con algún dibujo mucho mejor.
Más abajo os pongo las fotografías de las páginas con las
mencionadas expresiones. También
he incluido dos ejemplos de relatos por si os sirven de inspiración.
Podéis enviarme vuestro trabajo al correo de la Xunta: angeles.miguel@edu.xunta.es
¡Ánimo y a ser creativos!
EL
CIELO ABIERTO
Estaba hecho un Adán,
se sentía sucio, desaliñado, dolorido. Lo habían dejado tirado en plena calle
aquellos que él antes había considerado sus amigos. Ahora parecían adoradores del becerro de oro, sólo les preocupaba el
dinero.
Hacía sólo una semana que su suerte había cambiado.
Hasta entonces le había tocado pasar las de Caín,
parecía que todo le saliera mal. Estaba sólo en una ciudad desconocida para él,
a la que había llegado en busca de trabajo. Y sobrevivía, malamente, ayudando
en la descarga cuando llegaban camiones con mercancía al mercado. Allí había
conocido a un grupito de compañeros con los que pasaba los ratos aciagos en los
que no encontraba trabajo. Para él eran sus únicos amigos, y no hubiera
sospechado nunca que le harían la pascua de aquella
manera.
Al amanecer de aquel jueves, había acudido, como de
costumbre, al mercado principal de la ciudad esperando que algún transportista
le ofreciera unos euritos a cambio de que él ayudase a descargar la mercancía
del camión. Lo había logrado en menos que canta un
gallo, y sabía que por unos días podría comer caliente y pagarse la
pensión. Se dirigía a la plaza en la que solía encontrarse con sus amigos al
final de cada jornada cuando, distraído, se tropezó con un vendedor de cupones
y ambos acabaron dando con sus huesos en el suelo. Enseguida se incorporó y
extendió su mano al tiempo que pronunciaba una retahíla de disculpas, para
ayudar al hombre que había caído con él:
-¡Ah,
cuanto lo siento!, disculpe, no lo había visto, perdón, lo siento mucho…
Pero aquel hombre, lejos de enfadarse con él, le dijo:
-Es la primera
vez que se disculpan por tropezar conmigo, lo habitual es que me dirijan todo
tipo de insultos o desprecios: “quita de ahí, viejo loco, cegato”. No se
preocupe, estoy bien. Tome, llévese el último cupón que me queda. Espero que le
traiga mejor suerte.
Y así había sido. Aquella misma noche, reunido con sus
colegas en el bar de costumbre, atentos al sorteo, se había llevado la sorpresa
de su vida y había visto por fin el cielo abierto
ante el futuro que le esperaba. No se lo podía creer: ¡Le había tocado una
cantidad de dinero con la que él no se hubiese atrevido ni a soñar! Lo
estuvieron celebrando hasta altas horas de la noche.
Y ahora, una semana más tarde, cuando ya había cobrado
su premio y comenzaba a planificar su futuro …
Selegna, Relatos
cortos -1
Al salir del bar, donde había acudido a encontrarse
con sus amigos, se despidieron y tomaron caminos diferentes; o al menos, eso le
había parecido a él. Caminaba, de madrugada, por las calles desiertas cuando
ante él se presentaron los tres compañeros de fatigas exigiéndole que les
entregase todo el dinero que llevaba encima. Sabían que había retirado del
banco una gran cantidad, pues pensaba comprar su propia furgoneta de reparto
para comenzar así su propio negocio de reparto de mercancías. Fue inútil
intentar razonar con ellos, no solo le arrebataron el dinero sino que además le
habían dado una paliza y lo habían dejado tirado en plena calle. No sabía qué
dolía más si el cuerpo machacado o la gran decepción por aquella amistad
fallida.
El sonido de una sirena desvió sus pensamientos, y una
voz a su lado le sobresaltó. Tendiéndole una mano le dijo:
-¿Cómo
se encuentra?, ¿Necesita que llamemos una ambulancia?
-No,
creo que no tengo nada roto.
-Entonces
debe acompañarnos a comisaría. Pasábamos casualmente por la calle cuando nos
dimos cuenta de lo que estaba sucediendo. Ya hemos pillado a los asaltantes y
necesitamos que los reconozca para poner una denuncia.
En la comisaría les tomaron declaración. Reconocidos
los hechos por parte de los asaltantes, el juez de guardia le informó de que,
si quería, podría ponerles una denuncia y enviarles una temporada entre rejas.
Tras pensarlo unos instantes decidió que había compartido demasiados momentos
difíciles con aquellos a los que había llamado amigos, conocía lo dura que era
su vida, así pues decidió que sería misericordioso.
No pondría la denuncia, simplemente se alejaría de ellos.
Fue entonces cuando el juez le hizo una propuesta
asombrosa: Puesto que él iba a comenzar un negocio, necesitaría una ayudita
extra. A la vez, los tres asaltantes necesitaban, sin duda, un trabajo.
Trabajarían, pues, para él cobrando un sueldo digno, pero además deberían
comprometerse ante el mismo juez a cuidar de la seguridad del asaltado para que
un episodio semejante no volviese a suceder en ninguna ocasión. No dudó en
aceptar aquel juicio salomónico que, por
supuesto, también satisfizo a los tres implicados.
Selegna, Relatos cortos
-1
EL HALLAZGO
Una mañana, Ana iba de camino al colegio. Estaba tan
distraída que parecía en Belén con los pastores.
Cuando llegó, sus compañeros le mostraron un objeto
alargado, con aspecto de parecer antiguo.
-¡Ángela María! ¿Qué es eso?-quiso saber la niña.
-Parece un hueso.-observó Bruno.
Antes de que cantara el gallo, los niños se lo enseñaron a
Don Carlos, su profesor.
-Sí, en efecto, es un hueso. Pero no un hueso cualquiera, es
la costilla de Adán.-dijo Don Carlos.
-Mola.-dijo Diego.-Vamos a venderlo.
-¿Es que a ti no te importa nada más que el becerro de
oro?-le increpó Ana.
Los chiquillos regresaron al patio y excavaron para
encontrar más huesos. Cuando acabaron, estaban hechos unos Adanes.
- ¡Nos han hecho la Pascua! -exclamó Emma.-Ni un solo hueso.
-O sea,-dijo Felipe.-nos matamos todo el día excavando sin
descanso, ni para hacer pis, y no encontramos ni un mísero hueso.
-¡Nada!, pasamos las de Caín para nada.-dijo Gael, antes de
tropezar.
-¡He visto el cielo abierto!-exclamó Helena, ayudando a
Gael.
¡Era un esqueleto!, ¡Qué emoción sintieron los chiquillos!
FIN
Marzo de 2016
Davinia.
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